Formo parte de la alarmante tasa
de paro juvenil en España, junto a la mayoría de mis amigos y personas
allegadas. Casi todos rondamos los 25, con carreras universitarias y sin
experiencia profesional, ya nos hemos convertido en personas frustradas
laboralmente.
Algunos seguimos luchando y manteniendo la esperanza de que nos brinden la oportunidad de formarnos como profesionales, otros han terminado en puestos que nada tienen que ver con los estudios a los que tanto tiempo y esfuerzo les han dedicado, y pocos son los afortunados que han conseguido hacerse hueco en su ámbito laboral.
Algunos seguimos luchando y manteniendo la esperanza de que nos brinden la oportunidad de formarnos como profesionales, otros han terminado en puestos que nada tienen que ver con los estudios a los que tanto tiempo y esfuerzo les han dedicado, y pocos son los afortunados que han conseguido hacerse hueco en su ámbito laboral.
Dedicamos muchas horas a buscar
aquellas empresas en las que podríamos encajar y a las que mandar nuestros
currículums, pero de casi ninguna recibimos respuesta. Formamos parte de largas
listas en programas enfocados a la cualificación o inserción laboral, pero aún
no hemos recibido una llamada con buenas noticias. Analizamos nuestras opciones, compartimos
nuestras opiniones, y las modificamos cada vez que nos encontramos con un
camino sin salida.
A veces damos un paseo mientras
nos reímos y damos ánimos por ser una generación perdida. Otros días las
fuerzas flaquean y nos lamentamos de nuestra situación en torno a una taza de
café que se enfría; pero el calor de los ojos que tenemos enfrente mantiene la
esperanza y la sonrisa.
Cada día sentimos que es un día
más perdido, pero un día menos de ese día que no llega. A veces la paciencia se
colma, la vista se nubla y las piernas flaquean; pero mientras haya camino no
podemos tirar la toalla, nos secaremos las lágrimas con ella y seguiremos
caminando.
...a los que
me arropan y a los que necesitan sentirse arropados.
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